Mi abuelo tenía noventa años.
El vecino de arriba había comprado
aquella serpiente hacía un tiempo.
Tuvo que emigrar en busca de
trabajo.
Es venenosa, vive en las selvas,
así nos dijo un día que mi abuelo quiso subir a verla.
Caminó campo a través durante
semanas huyendo de la guerra, comiendo raíces y lagartijas.
La tenía en un terrario, pero se
escapó.
Vio cómo mataban a su hermano.
Se coló por una tubería y entró al
piso de mi abuelo por el fregadero.
A oscuras para no molestar a mi
abuela, cada noche se levantaba para ir al lavabo.